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Preguntas Difíciles: ¿Dónde traza Facebook el límite de la libertad de expresión?

Por Richard Allan, Vicepresidente de Políticas

Las personas publican algunas cosas verdaderamente infames en Facebook. Teorías conspirativas sin fundamentos, ideas ofensivas, mentiras flagrantes. Pero por más degradantes, divisivas o simplemente falsas que puedan resultar, la pregunta es si esas afirmaciones deberían estar permitidas. ¿Son acaso un ejemplo de la libertad de expresión o habría que eliminarlas?

Los gobiernos enfrentan desafíos similares a nivel global y las leyes que rigen sus valores pueden derivar en visiones diferentes. Muchos países europeos alientan la libre expresión, pero tienen normas contra el discurso de odio. Estados Unidos, por su parte, se mantiene firme en su ideal de que la libertad de expresión es un derecho constitucional con el cual los gobiernos no deben interferir, mientras que los regímenes dictatoriales o autoritarios suelen silenciar por la fuerza cualquier tipo de discurso ofensivo o sencillamente opositor.

Facebook no es un gobierno, si no una plataforma que sirve a muchas voces alrededor del mundo. Moderamos contenido que es compartido por miles de millones de personas y lo hacemos de manera de otorgar a la libertad de expresión su máximo alcance posible. Pero hay excepciones: no permitimos contenidos que puedan poner en riesgo físico o económico a las personas, que intimiden usando discurso de odio, o que pretendan ganar dinero en Facebook mediante engaños.

Si bien no estamos regidos por las leyes internacionales de derechos humanos que suscriben los países, somos parte de una iniciativa global que concede a las compañías de internet un marco de aplicación para los principios de los derechos humanos en nuestras plataformas. Nos guiamos por documentos como el Artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP), que define estándares acerca de cuando es posible aplicar restricciones a la libre expresión. El PIDCP sostiene que todas las personas tienen el derecho a la libertad de expresión y que las limitaciones a este derecho solo son permitidas cuando son “aplicadas por ley y son necesarias para: (a) el respeto a los derechos o a la reputación de otros; (b) la protección de la seguridad nacional o del orden público, o de la salud o la moral públicas”.

El concepto central aquí pasa por discernir si es necesario aplicar una restricción puntual a la libre expresión para evitar un daño. Lejos de eso, el PIDCP sostiene que debe permitirse la libertad de expresión. Esa es la misma prueba que usamos para definir los límites en Facebook. Después de todo, darle voz a la mayor cantidad de personas posible ha sido siempre una fuerza positiva que aumenta la diversidad de ideas. Ya sea una protesta pacífica en las calles, una editorial de un diario, o una publicación en una red social, la libertad de expresión es clave para una sociedad próspera. Por eso, exceptuando otros factores –y hay varios centrales que voy a abordar– nos inclinamos hacia la libertad de expresión. Es una parte esencial de lo que somos y de por qué existimos.

Excepciones a la libertad de expresión

Para comprender lo que está permitido en Facebook –y por qué– es útil observar con atención qué es lo que no está permitido: el daño personal que ya mencioné y las publicaciones que contienen amenazas creíbles de violencia son tal vez las situaciones más evidentes en las que es necesario restringir la libertad de expresión para evitar un perjuicio. El desacuerdo e incluso el desprecio son elementos importantes de la libertad de expresión, pero cuando alguien atraviesa el límite y creemos que hay un riesgo concreto de que se produzca un daño físico, eliminamos la publicación y trabajamos junto con las autoridades competentes.

El discurso de odio también puede considerarse dañino, porque crea un ambiente de intimidación y exclusión, y en algunos casos puede tener implicancias peligrosas en la vida real. Es, quizás, una de nuestras normas más difíciles de aplicar porque establecer que se trata de un discurso de odio depende mucho del contexto. Incluso en países donde rigen leyes muy desarrolladas para el discurso de odio, como Alemania, hay desacuerdos. Recientemente, una corte de ese país nos ordenó restituir una declaración que parecía comparar migrantes con «alimañas» y «parásitos» y que habíamos decidido remover, siguiendo nuestros estándares comunitarios. Pero el tribunal tuvo una visión diferente y juzgó que la frase se refería a individuos específicos y no a los migrantes en general.
En una publicación anterior hablé bastante acerca de nuestro enfoque con respecto al discurso de odio y de cómo evaluamos su significado y su intención.

El derecho a decir algo que no es verdad

Es importante señalar que el hecho de que una publicación en Facebook sea correcta o falsa, no es una razón en sí misma para que sea bloqueada. La legislación sobre derechos humanos concede el mismo derecho de expresión a quienes afirman que la Tierra es plana que a los que sostienen que es redonda. Y Facebook también. Puede suceder que contenidos falsos infrinjan las restricciones que aplicamos –con discursos de contribuyan a producir daños–, pero no siempre es así. Y en lugar de impedir la publicación de contenidos porque son falsos, los degradamos en el News Feed una vez que las agencias de chequeo así lo establecen.

También adaptamos nuestras políticas cuando es necesario. El mes pasado, implementamos un cambio cuando se volvió evidente que ya no conseguían proteger a la gente de un daño físico inminente derivado de una información falsa. Comenzamos a trabajar con organizaciones independientes que nos alertan si detectan noticias o rumores que puedan derivar en consecuencias violentas en el mundo real. Luego, evaluamos su reporte y eliminamos el post.

Basados en principios esenciales

Intentar armar un marco que funcione para una comunidad global es un desafío complejo. Y asegurarnos de que se cumpla ese marco es una tarea compleja. Pero como lo establecemos en las normas comunitarias nuestras políticas se basan en tres principios esenciales: darles voz a las personas, protegerlas y tratarlas de manera igualitaria. La frustración que puedan generar, tanto interna como externamente, son producto de la inevitable tensión entre estos tres principios.



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