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Preguntas Difíciles: ¿Qué impacto tienen las redes sociales en la democracia?

Por Samidh Chakrabarti, Gerente de Producto, Participación Cívica

(Esta publicación es parte de una serie sobre redes sociales y democracia)

Las redes sociales están facilitando que las personas en todo el mundo tengan una voz en el gobierno – discutiendo sobre asuntos de interés público, organizándose en torno a una causa y responsabilizando a sus líderes políticos. En 2011, cuando las redes sociales jugaron un papel clave en la Primavera Arabe en países como Túnez, fueron aclamadas como “tecnología para la liberación”.

Muchas cosas cambiaron desde entonces. Las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016 pusieron en el centro del debate los riesgos de la interferencia externa, de las noticias falsas y de la polarización política. Analizar el impacto de las redes sociales en la política es crucial.

Todo esto plantea una pregunta muy importante: ¿Cuál es el efecto de las redes sociales en la democracia?
Como gerente de producto encargado de las herramientas de participación cívica de Facebook, conozco estos problemas de primera mano. A pesar de ser un optimista empedernido, no ignoro el daño que internet puede causar en, incluso, las democracias más robustas.

Es por eso que me dedico a analizar esos riesgos y a asegurar que lo bueno supere ampliamente lo malo.

Conforme pasan los años, este desafío se vuelve más urgente. Facebook fue originalmente diseñado para conectar amigos y familias, y lo ha hecho a la perfección. Pero a medida que un número sin precedentes de personas utiliza este medio para canalizar su energía política, la plataforma también es usada de formas imprevistas con repercusiones sociales que no han sido anticipadas.

En el 2016 en Facebook no actuamos con suficiente rapidez para reconocer cómo malos actores estaban abusando de nuestra plataforma. Hoy, trabajamos con diligencia para neutralizar estos riesgos.

Pero no podemos hacerlo solos. Es por eso que queremos iniciar una conversación abierta sobre las difíciles preguntas que este trabajo plantea. En esta publicación compartiré cómo estamos pensando enfrentar las desventajas más importantes que las redes sociales representan para la democracia, y discutiremos también cómo estamos trabajando para amplificar las formas positivas en que también pueden fortalecer la democracia.

Interferencia externa

Comencemos por lo obvio. Durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016, actores rusas crearon y promocionaron Páginas falsas en Facebook para influenciar la opinión pública, esencialmente usando las redes sociales como un arma de información.

Si bien entonces no estábamos al tanto de ello, descubrimos que estos actores rusos crearon 80.000 publicaciones que alcanzaron a aproximadamente 126 millones de personas en Estados Unidos durante un período de dos años. Ese tipo de actividad va en contra de todos nuestros valores. Creemos que es aberrante que un Estado utilice nuestra plataforma para impulsar una guerra cibernética con el objetivo de dividir a una sociedad. Esta es una amenaza nueva y difícil de anticipar. Pero deberíamos haber actuado con mayor eficacia.

Ahora estamos recuperando el tiempo perdido. La interferencia rusa ocurrió en parte a partir de la promoción de Páginas falsas, así que estamos trabajando para hacer las políticas de Facebook más transparentes. Estamos haciendo posible que cualquier persona visite la Página de un anunciante y vea los anuncios que está promocionando. Próximamente, también requeriremos que las organizaciones que pauten anuncios relacionados con las elecciones confirmen sus identidades de modo que podamos informar a las audiencias que los reciben quiénes son. Finalmente, archivaremos los anuncios electorales para que las personas puedan buscarlos y, así, robustecer nuestra capacidad de respuesta.

Si bien este plan es crítico, plantea otros desafíos como, por ejemplo, ¿cómo resguardamos la actividad legítima en la plataforma? Muchas organizaciones de derechos humanos utilizan Facebook para difundir mensajes educativos en el mundo. Políticas de transparencia erróneas podrían poner a estos activistas en serio riesgo en muchos países.

Estamos comprometidos con brindar transparencia, porque es un asunto que va más allá de Rusia. Sin transparencia puede ser difícil responsabilizar a los representantes políticos. La creación de micro-audiencias puede permitir campañas deshonestas para diseminar discursos tóxicos sin mucha consecuencia. La democracia sufre porque no tenemos visibilidad total sobre lo que nuestros líderes nos están prometiendo. Ese es un problema aún más pernicioso que la interferencia extranjera. Pero esperamos que, estableciendo un nuevo estándar de transparencia, podamos abordar ambos desafíos simultáneamente.

Noticias falsas

La interferencia externa no es la única vía para corromper una democracia. Reconocemos que las mismas herramientas que dan voz a las personas pueden, a veces, ser utilizadas para difundir noticias falsas y desinformar. Hay un activo debate sobre cuán contaminado por noticias falsas está nuestro acceso de información y su impacto en el comportamiento de las personas. Pero incluso un puñado de historias deliberadamente engañosas puede tener consecuencias peligrosas.

En Australia, por ejemplo, fua publicada una noticia falsa que aseguraba que la primera mujer musulmana en ser parte del Parlamento se había negado a depositar una corona de flores durante un acto en el día nacional del recuerdo. Eso hizo que las personas llenaran su página de Facebook con comentarios ofensivos.

En el debate público sobre las noticias falsas muchos argumentaron que Facebook debería utilizar su propio criterio para filtrar la desinformación. Pero hemos optado por no seguir este camino, ya que no queremos ser árbitros de la verdad ni creemos que éste sea el rol que el mundo querría para nosotros.

En cambio, facilitamos el proceso de reporte de noticias falsas y hemos emprendido acciones junto con organizaciones verificadoras de información para minimizar este tipo de historias en el News Feed. Cuando nuestros aliados en esas agencias de verificación marcan una historia como falsa, podemos reducir hasta un 80% sus futuras impresiones en Facebook. También estamos trabajando para dificultar que actores perniciosos lucren con noticias falsas, eliminando los incentivos económicos para crear este tipo de contenido.

Finalmente, dado que el mejor elemento de disuasión será, en última instancia, un público informado y capaz de discernir, hemos comenzado a compartir más contexto sobre las fuentes de noticias que las personas ven en Facebook. Al ayudar a las personas a entender mejor cómo consumir noticias en redes sociales, podemos ayudar a que la sociedad sea más resistente a las historias engañosas.

Pero a pesar de todas estas medidas, la batalla nunca terminará. Las campañas de desinformación no son operaciones de aficionados. Están profesionalizadas y constantemente intentan burlar el sistema. Siempre tendremos más trabajo por hacer.

Burbujas de información

Una de las críticas más comunes a las redes sociales es que crean «burbujas de la información» en las cuales las personas sólo ven los puntos de vista de quienes piensan como ellos, profundizando así las divisiones.

Es un problema legítimo, pero es más complejo de lo que a veces se imagina. En comparación con el contexto de medios del pasado, las redes sociales nos exponen a las personas a un rango diverso de puntos de vista. Un reciente estudio del Reuters Institute Digital News reveló que un 44% de los estadounidenses que utilizan redes sociales para informarse terminan leyendo fuentes consideradas tanto de derecha como de izquierda. Ese porcentaje representa más del doble que el de las personas que no utilizan redes sociales.

La cuestión de fondo es cómo responden las personas cuando se encuentran con opiniones que difieren de las suyas: ¿Las escuchan, las ignoran o las bloquean?

Pensemos en cómo funcionan nuestras mentes. Buscar información que confirma lo que creemos es un instinto humano y constituye un fenómeno llamado “sesgo de confirmación”, que también se aplica a las plataformas sociales. Los científicos sociales Walter Quattrociocchi, Antonio Scala y Cass Sunstein encontrado el año pasado pruebas que demuestran que los usuarios de redes sociales prefieren la información que reafirma sus narrativas preferidas y rechazan la que es contraria a ellas.

Esto complica “pinchar” las burbujas de información, porque supone vencer algunas de las tendencias más elementales e innatas de los seres humanos. Los estudios demuestran que algunos métodos que podrían resultar obvios, como mostrar a las personas un artículo sobre el punto de vista opuesto, en realidad hacen que defendamos más nuestra postura, porque catalogamos dicho punto de vista como contrario.

Un abordaje más adecuado podría ser mostrar a las personas diferentes puntos de vista, no solo los contrarios. Hemos comenzado a probar este concepto mediante una función llamada Artículos Relacionados, que muestra a las personas artículos que ofrecen diferentes puntos de vista sobre las noticias que están leyendo. Estamos a la espera de los resultados para poder compartir las conclusiones que extraigamos.

Hostigamiento político

Queremos que Facebook sea un espacio seguro para que las personas puedan expresarse cívicamente. Y para es debemos asegurar que nadie sea acosado o se vea amenazado por sus puntos de vista.

Para complicar más las cosas a veces son los mismos gobiernos quienes se involucran en tal hostigamiento. En un país que visitamos recientemente, un ciudadano reportó que tras haber publicado un video crítico hacia las autoridades locales, la policía revisó sus declaraciones de impuestos. A medida que más países crean leyes que intentan criminalizar el discurso online, crece el riesgo de que Estados utilicen su poder para intimidar al público disidente. Y eso puede tener un efecto paralizador del discurso.

Incluso en sociedades más abiertas vemos casos en donde autoridades gubernamentales difunden discursos de odio que desafían la implementación de nuestras Normas de Comunidad. Hasta el momento hemos conservado esas publicaciones en nuestra plataforma, pues consideramos que tienen un valor noticioso al que los ciudadanos merecen acceder. También hemos visto que estas publicaciones se transforman en poderosos impulsores de contra-discursos, pero reconocemos que hay personas que pueden estar en desacuerdo con esta política.

Nuestra preocupación sobre el discurso político que incita al odio no se limita a la esfera online. También debemos permanecer alerta para que las redes sociales no inciten a la violencia en el mundo real.

Regular ese contenido a una escala global es tema de investigación, ya que es difícil programar sistemas automatizados para comprender los matices culturales de la intimidación política. Y si bien este año estaremos sumando a más de 10.000 personas a nuestro equipo de protección y seguridad, esto continuará representando un gran desafío.

Participación desigual

Si bien la interferencia externa, la desinformación, las burbujas informativas y el discurso de odio son los asuntos que llegan a los titulares, lo que más me preocupa es cómo las redes sociales pueden distorsionar la percepción que las autoridades tienen sobre la opinión pública. La comunidad de Facebook es profundamente diversa, pero no todos usan su voz en la misma medida. Las mujeres, por ejemplo, son la mayoría de la población y sin embargo representan una minoría en el diálogo político en Facebook.

Si los dirigentes políticos confunden los puntos de vista de unos pocos con los puntos de vista de muchos, eso puede generar malas políticas públicas. Las poblaciones vulnerables podrían terminar siendo ignoradas y los grupos más pequeños podrían ser vistos como la corriente principal de pensamiento.

Estamos tratando de mover la aguja sobre esto, estudiando, por ejemplo, por qué las mujeres participan menos en el discurso político online. Hemos incorporado estas lecciones en algunas de nuestras herramientas cívicas y somos pioneros en la construcción de nuevos modelos de privacidad que ayudan a aumentar la participación de las mujeres. Y aunque aún no están a la par de los hombres, nos estamos acercando. Esto es una prueba, en mi opinión, de que el diseño impulsado por la investigación puede hacer que las redes sociales sean un mejor medio para la democracia.

Dando voz

Es evidente que los desafíos planteados por la convergencia de las redes sociales y la democracia son muchos. Pero también hay oportunidades brillantes que me animan a trabajar día a día.

Primero, las redes sociales tienen un enorme poder para mantener a la gente informada. Según el Pew Research Center, dos tercios de los adultos estadounidenses consumen al menos una parte de sus noticias en las redes sociales. Debido a que muchas personas se encuentran con noticias que no estaban buscando explícitamente, las redes sociales a menudo expanden la audiencia que consume noticias.

Más importante aún, las personas no solo están leyendo noticias, sino que las debaten activamente. Las implicancias de esto para el compromiso cívico son profundas. Durante mucho tiempo se ha observado que cuando las personas debaten sobre las noticias, es más probable que participen en su comunidad, ya sea al ofrecerse como voluntarios o al comunicarse con funcionarios electos. Cada vez hay más pruebas de que esto también es cierto para las redes sociales, especialmente entre los jóvenes.

Las plataformas sociales están impulsando a las personas no solo a conocer los problemas de sus comunidades, sino también a actuar sobre ellos. Durante las elecciones estadounidenses de 2016 calculamos que nuestros esfuerzos para incentivar la inscripción de votantes llevaron a más de 2 millones de personas a registrarse para votar.

Aún más alentador es ver cómo las redes sociales pueden ayudar a las personas a ser votantes más informados. Durante las últimas elecciones en EEUU creamos el Plan de Votación, una herramienta que ofrecía una imagen previa de tu boleta electoral local para discutirla con tus amigos. Millones de personas lo hicieron. Esto aumentó el conocimiento de la gente sobre su voto en más del 6% en promedio. Eso es equivalente a aumentar el conocimiento de votación promedio de toda la comunidad de Facebook de los Estados Unidos en varios niveles.

Pero quizás lo que más me inspira es que con las redes sociales las personas pueden tener voz en su gobierno todos los días, no solo durante las elecciones. Alrededor de un 87% de los gobiernos de todo el mundo tienen presencia en Facebook. Y están escuchando y respondiendo a su comunidad.

En Islandia, por ejemplo, cuando alguien se muda a un nuevo barrio, lo primero que suele hacer es unirse al grupo de Facebook de su comunidad. Etiquetan a sus representantes en publicaciones y empujan por los temas que quieren que éstos lleven al Parlamento. Conversaciones como estas revitalizan el poder del gobierno local en todo el mundo.

Para llevar esta experiencia a más personas, en 2016 creamos una función que hace que sea sencillo seguir a todos sus representantes elegidos en Facebook con un solo click. Cuando lanzamos esta función en los EEUU se duplicó la cantidad de conexiones entre las personas y su gobierno. Desde entonces hemos visto un nivel similar de impacto en otros lugares como Alemania y Japón.

Esto significa que, por primera vez en la historia, las personas pueden mantenerse al día con su gobierno tan fácilmente como lo hacen con sus amigos. Y eso está desbloqueando nuevas olas de energía cívica latente y poniendo el poder en más manos.

Entonces, ¿qué efecto tienen las redes sociales en la democracia?

Si hay una verdad fundamental sobre el impacto de las redes sociales en la democracia es que amplifica la intención humana, tanto buena como mala. En el mejor de los casos nos permite expresarnos y actuar. En el peor de los casos, permite a las personas difundir información errónea y corroer la democracia.

Me gustaría poder garantizar que los aspectos positivos están destinados a superar los negativos, pero no puedo hacerlo. Es por eso que tenemos el deber moral de comprender cómo se usan estas tecnologías y qué se puede hacer para que las comunidades como Facebook sean lo más representativas, cívicas y confiables posible.

Esta es una nueva frontera y no pretendemos tener todas las respuestas. Pero tanto mi equipo, como muchos más, están dedicados a esta búsqueda. Compartiremos lo que aprendamos y colaboraremos con ustedes para encontrar las respuestas.

Lo que me da esperanza es que el mismo ingenio que ayudó a que las redes sociales sean una forma increíble de conectarse con amigos, también se puede aplicar para que sea una forma efectiva de conectarse con la plaza pública.

En última instancia, es por esto que creo que un mundo más conectado puede ser más democrático.

Samidh Chakrabarti es Gerente de Producto en Facebook, donde es responsable de los productos orientados a política y elecciones en todo el mundo. Antes fue el líder del producto para las iniciativa de compromiso cívico de Google. Tiene experiencia en tecnología y política pública, y ha dedicado su carrera a trabajar para combinarlos al servicio del bien común.



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