- Las revistas académicas Science y Nature han publicado cuatro trabajos de investigación para comprender mejor el impacto de Facebook e Instagram en actitudes y comportamientos políticos clave durante el ciclo electoral estadounidense de 2020.
- Estos estudios se suman a un creciente número de investigaciones que demuestran que hay pocas pruebas de que funciones clave de las plataformas de Meta causen, por sí solas, una polarización “afectiva” perjudicial o tengan algún impacto significativo en actitudes, creencias o comportamientos políticos fundamentales.
- Es la primera vez que Meta, o cualquier otra empresa tecnológica, se abre de forma tan transparente a una investigación académica exhaustiva y realizada por pares sobre su impacto durante unas elecciones.
A medida que las redes sociales han empoderado a las personas para conectarse entre ellas, expresarse libremente, construir y formar parte de comunidades sin fronteras, ha surgido el debate político en línea. Plataformas como Facebook e Instagram se han convertido en un escenario para el debate democrático: entre ciudadanos, entre candidatos y votantes, y para activistas y grupos de defensa. Gran parte de ese debate es positivo, aunque estridente, desordenado y a menudo intenso.
Pero, dado que estas tecnologías son tan jóvenes y su aparición se produce en un periodo de profundas transformaciones económicas, políticas y tecnológicas, nuestra comprensión del papel de las redes sociales en la sociedad es aún imperfecta e incompleta. Nos enfrentamos a una serie de preguntas importantes para las que todavía no hay respuestas definitivas basadas en pruebas empíricas claras. ¿Las redes sociales nos polarizan más como sociedad o simplemente reflejan divisiones ya existentes? ¿Ayudan a que la gente esté mejor informada sobre política, o menos? ¿Cómo afectan a la actitud de la gente hacia el gobierno y la democracia?
Hoy disponemos de nueva evidencia que nos ayudan a responder a algunas de estas preguntas. En vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2020, se presentó la oportunidad de crear una base empírica que permitiera a los investigadores profundizar en estas y otras cuestiones, así como una fuerte demanda por parte del mundo académico para llevar a cabo la investigación. Eso fue lo que impulsó una colaboración sin precedentes entre Meta y académicos externos para comprender mejor el impacto de Facebook e Instagram en actitudes y comportamiento políticos clave durante ese ciclo electoral. El resultado es una serie de estudios, los cuatro primeros publicados hoy. La intención es publicar más trabajos – 16 en total– , en el futuro.
Los trabajos publicados hoy incluyen estudios sobre los efectos de la clasificación del algoritmo y la viralidad, la prevalencia y los efectos de la exposición a información afín en Facebook y la segregación ideológica en la exposición a las noticias. Si bien las preguntas sobre el impacto de redes sociales en actitudes, creencias y comportamientos políticos clave no están totalmente resueltos, los hallazgos experimentales se suman a un creciente conjunto de investigaciones que muestran que hay pocas pruebas de que las funciones clave de las plataformas de Meta por sí solas causen una polarización “afectiva” perjudicial o tengan algún impacto significativo sobre estas condiciones. También ponen en tela de juicio la afirmación, ya muy repetida, de que la posibilidad de compartir contenidos en las redes sociales impulsa la polarización.
Por ejemplo, en el resumen de un artículo de Nature se afirma que las conclusiones “cuestionan las opiniones sobre hasta qué punto las “cámaras de resonancia” en redes sociales impulsan la polarización política”. Y los coautores del estudio afirman: “Eliminar el contenido compartido en Facebook produjo una disminución en el conocimiento de las noticias entre los participantes en el estudio, y no afectó significativamente la polarización política ni a otras actitudes políticas a nivel individual”.
También se da a conocer nueva información sobre la tan repetida afirmación de que las redes sociales, y los algoritmos de Meta en concreto, dan a las personas contenidos que las mantienen divididas y, por lo tanto, las polarizan. Uno de los estudios muestra que hay segregación ideológica significativa en el consumo de noticias políticas, lo que refleja una interacción compleja entre los factores algorítmicos y sociales. Incluso, cuando los participantes del experimento vieron un número reducido de contenido de fuentes que reforzaban sus puntos de vista, eran más propensos a involucrarse con los contenidos afines que sí veían. E incluso así, no se detectó ningún efecto sobre la polarización, actitudes o creencias políticas.
Michael Wagner, profesor de la Universidad de Wisconsin, ha observado todo el proceso de investigación para documentarlo y comentarlo públicamente como observador independiente. Y como escribe el Dr. Wagner en su introducción a los artículos, los cambios que los participantes veían en sus feeds o si encontraban contenido compartido “no redujeron la polarización ni mejoraron el conocimiento político durante las elecciones estadounidenses de 2020. De hecho, eliminar el contenido compartido redujo el conocimiento político”.
Seguiremos revisando estos artículos en su totalidad, así como los que esperamos que se publiquen en los próximos meses.
Es la primera vez que Meta, o cualquier empresa tecnológica, lleva a cabo una colaboración de este tipo para estudiar de forma transparente su impacto en las elecciones. Los investigadores externos han gozado de total independencia operativa e intelectual en todo momento. Meta no les ha pagado y tampoco responden ante nosotros. Hemos firmado con ellos los mismos contratos que con otros investigadores independientes que utilizan nuestros datos, que están a disposición del público en el sitio web de Social Science One.
El proyecto US 2020 es una colaboración entre investigadores de Meta y académicos externos, estos últimos dirigidos por la profesora Talia Jomini Stroud, fundadora y actual directora del Center for Media Engagement de la Universidad de Texas en Austin, y el profesor Joshua A. Tucker, codirector del Center for Social Media and Politics de la Universidad de Nueva York. Los profesores Stroud y Tucker seleccionaron a otros 15 investigadores para colaborar en este esfuerzo, basándose en su experiencia. Los investigadores internos de Meta diseñaron los estudios junto con estos socios externos. Es importante destacar que ni los investigadores de Meta ni la empresa en su conjunto tienen autoridad para restringir sus conclusiones, independientemente de que sean favorables o no para la compañía.
Como explicaron cuatro de los investigadores principales en un blog cuando se anunció el proyecto, este esperaba superar dos importantes obstáculos que se han interpuesto en el camino de investigaciones pasadas sobre estas cuestiones. En primer lugar, que “la creciente preocupación pública y las obligaciones legales relacionadas con la privacidad de los datos llevaron a las empresas de redes sociales a restringir el acceso a los datos utilizados anteriormente por investigadores externos”. Y, en segundo lugar, que “es difícil realizar un estudio científico riguroso sobre el impacto de las redes sociales a posteriori”.
Para superar estos problemas, los datos se recopilaron durante el ciclo electoral, no después, y solicitamos el consentimiento explícito e informado de quienes optaron por formar parte de la investigación que analiza los datos a nivel individual. Esto significa que los participantes en la investigación consintieron tanto el uso de sus datos como que se les proporcionará información sobre cómo y por qué se utilizarían sus datos. Además, como parte de los estudios, los investigadores también analizaron datos agregados de usuarios en Facebook e Instagram para ayudar a comprender patrones. Los estudios, y el lenguaje de consentimiento, también fueron revisados y aprobados por una Junta de Revisión Institucional (IRB por sus siglas en inglés) para garantizar que cumplían con altos estándares éticos.
Los resultados se presentaron a revistas académicas en formato de acceso abierto, lo que significa que estarán a libre disposición del público. Meta y los investigadores también han documentado por adelantado los planes de estudio y las hipótesis mediante un proceso de registro previo, y esos compromisos iniciales se darán a conocer tras la publicación de los estudios. Esto significa que la gente podrá comprobar que hicimos lo que dijimos que haríamos y que no ocultamos los resultados. Además, para que realicen sus propios análisis y revisen más a detalle nuestro trabajo, tenemos previsto entregar datos sin identificación (es decir, datos que no pueden vincularse razonablemente a un individuo), sobre los estudios que realizamos. Estos datos fundamentales serán archivados por el Consorcio Interuniversitario para la Investigación Política y Social (ICPSR), que forma parte del Instituto de Investigación Social de la Universidad de Michigan, donde estarán disponibles para que otros investigadores realicen sus propios análisis y comprueben la validez de los resultados.
El año pasado, los productos de transparencia de Meta se utilizaron para impulsar la investigación académica sobre elecciones, polarización, violencia digital, desinformación y otros problemas sociales urgentes en docenas de publicaciones. Recientemente anunciamos que los investigadores pueden solicitar acceso a las versiones beta de un nuevo conjunto de herramientas de investigación: Meta Content Library y API. La Biblioteca incluye datos de publicaciones públicas, páginas, grupos y eventos en Facebook. Para Instagram, incluirá publicaciones públicas y datos de cuentas de creadores y empresas. Los datos de la Biblioteca pueden buscarse, explorarse y filtrarse en una interfaz gráfica de usuario o a través de una API programática.
La investigación publicada en estos documentos no resolverá todos los debates sobre las redes sociales y la democracia, pero esperamos y deseamos que contribuya a que la sociedad comprenda mejor estas cuestiones. Sus conclusiones serán muy valiosas para nosotros y esperamos que también ayuden a los legisladores a definir las reglas de juego de Internet, en beneficio de nuestra democracia y de la sociedad en su conjunto.