Las tecnologías digitales han transformado la educación en las dos últimas décadas. Estoy en mis cincuentas, pero cuando iba al colegio lo más avanzado en tecnología que había en una clase era una calculadora de bolsillo. Ahora los iPads y otras tabletas son parte de nuestro día a día. Museos y galerías de todo el mundo han integrado pantallas táctiles y elementos interactivos en sus exposiciones. Aplicaciones como Duolingo han llevado el aprendizaje de idiomas a los teléfonos inteligentes. El hecho de que todo esto sea hoy algo común es un testimonio de la rapidez con la que hemos integrado las nuevas tecnologías en nuestras vidas.
Pero las tecnologías 2D tienen sus límites. Aunque las herramientas de aprendizaje a distancia permitieron que las ruedas de la educación continuaran girando durante la pandemia, cualquiera con hijos adolescentes puede dar fe de que a menudo era una experiencia frustrante. Era difícil mantenerlos ocupados durante largos periodos, conectados con una pantalla plana. Les faltaba esa sensación vital de presencia: interactuar con sus compañeros y profesores en un espacio compartido.
El metaverso es la próxima evolución de Internet, y es esta sensación de presencial es lo que lo distingue. Comprende una serie de tecnologías, como los visores de realidad virtual (RV), que nos transportan a entornos totalmente nuevos; las gafas de realidad aumentada (RA), que algún día proyectarán imágenes generadas por ordenadores sobre el mundo que nos rodea; y las experiencias de realidad mixta, que combinan entornos físicos y virtuales.
La presencia es importante. Para la mayoría de nosotros, el aprendizaje es social: aprendemos de los demás y con los demás. Y de las experiencias de los demás. Se trata tanto de interactuar y debatir como de asimilar información. Estudios académicos han descubierto que la RV puede mejorar positivamente la comprensión, la retención de conocimientos, el compromiso de los estudiantes, la capacidad de atención y la motivación. Creo que es algo que todos entendemos intuitivamente. Es mucho más fácil recordar algo si lo hacemos, que si nos lo cuentan.
Por eso son tan fascinantes las posibilidades de aprendizaje en el metaverso. En vez de contarle a los alumnos cómo eran los dinosaurios, podemos hacerlos caminar entre ellos. Podrán construirse laboratorios científicos enteros, llenos de equipos que muchas escuelas jamás podrían soñar con tener. Los estudiantes de medicina podrán practicar cirugías complejas sin riesgo para los pacientes ni para ellos mismos.
No se trata de ciencia ficción ni de ilusiones, es algo que ya está ocurriendo. Un ejemplo que surgió en una mesa redonda en la que participé con educadores y académicos en Londres la semana pasada es una escuela que construyó una versión digital del Globe Theater, el teatro circular isabelino donde se representaban las obras de Shakespeare, y que está montando su espectáculo de fin de curso en su famoso escenario, totalmente virtual. Los jóvenes no estarán en el mismo espacio físico que sus compañeros ni viajarán a Londres, pero podrán colaborar y aprender cómo se crearon las obras de Shakespeare juntos.
En el Morehouse College de Atlanta (Georgia), la Dra. Muhsinah Morris, química biomolecular, enseña a sus alumnos en un laboratorio virtual: un gemelo digital del laboratorio de química de su universidad. En este laboratorio virtual, los estudiantes pueden realizar experimentos como si estuvieran allí mismo en persona. Morehouse descubrió que los estudiantes que aprendieron en RV obtuvieron una nota media en el examen final de 85, frente al promedio de 78 que consiguieron los que estuvieron presentes físicamente al 81 de los que cursaron con métodos tradicionales en línea. También observaron un aumento de la asistencia y el compromiso de los estudiantes.
Un tema que surgió repetidamente en la mesa redonda fue la equidad. El retraso y la permanencia de los niños en entornos más pobres con respecto a niños en entornos con mejores oportunidades es un problema complejo al que me enfrenté repetidamente cuando fui viceprimer ministro del Reino Unido. Esta brecha educativa es mundial, como lo muestra el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos de la OCDE, según el cual los alumnos más pobres están en desventaja frente a los más ricos en todo el mundo.
No es difícil imaginar las oportunidades de liberarse de las limitaciones temporales y geográficas. Las universidades en territorios desfavorecidos podrán colaborar y recibir apoyo de otras que están lejos. Un profesor sobresaliente podría enseñar en una escuela desatendida a 160 kilómetros de distancia. Un sistema escolar con escasez de docentes en una materia específica podría contratar profesores para impartir clases desde donde estos se encuentren.
También abre oportunidades para que estudiantes ambiciosos aprendan de personas a las que no tienen acceso a nivel local. Un universitario de Ohio podría asistir a un seminario dirigido por un profesor en Seúl. Los estudiantes del rincón más remoto de Alaska podrán visitar la NASA o el Museo de Historia Natural de Londres sin salir a la calle. Un tutor personal podría dirigir una sesión con un estudiante en una ciudad completamente distinta sin que ninguno de los dos tenga que salir de casa.
Cuando el Campus Global de la Universidad de Maryland encuestó a estudiantes que se reunían con tutores y compañeros de clase en RV descubrieron que, para algunos, ser representado por un avatar reducía su miedo a hablar con los profesores y a interactuar con sus compañeros. Los estudiantes con agorafobia y trastorno de estrés postraumático dijeron experimentar dificultades con la interacción en persona, pero se sentían cómodos en el aula virtual.
Una vez que existan las tecnologías, serán los gobiernos los que tendrán que asegurar que sean utilizadas adecuadamente en los sistemas públicos de educación. Y serán los administradores educativos con visión de futuro quienes, al desplegar estas tecnologías de forma creativa en sus escuelas y universidades, difundirán las mejores prácticas para que otros las adopten. Porque, por encima de todo, son los profesores calificados los que mejor saben cómo inspirar a sus alumnos. Y es por eso que la formación de los docentes es esencial en cualquier estrategia gubernamental. Nada de esto funcionará sin profesores que sepan cómo sacar el máximo partido de estos productos.
Los gobiernos pueden empezar a sentar las bases mediante el desarrollo de planes de estudios y programas de alfabetización digital, además de apoyar y convocar a los educadores para que ayuden a dirigir esta tecnología con el fin de que tenga el mayor impacto posible. Y lo que es más importante, a los gobiernos les corresponderá ayudar a garantizar que todas las escuelas tengan acceso a estas tecnologías, de modo que las desigualdades no se afiancen simplemente porque las escuelas con más recursos puedan obtener los dispositivos que otras no pueden.
Las tecnologías del metaverso tienen el potencial de transformar la educación. Ya está ocurriendo, pero para que se haga realidad en los próximos años será necesario que los educadores y los responsables políticos aprovechen las oportunidades que ofrecen estas tecnologías.