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Las demandas presentadas por la Comisión Federal de Comercio y los fiscales generales de los estados son revisionismo histórico

Por Jennifer Newstead, Vicepresidente Jurídica Global

Miles de millones de personas utilizan los productos de Facebook todos los días. Para ganarnos su tiempo y atención, competimos arduamente contra muchos otros servicios en todo el mundo. A medida que Internet ha crecido en los últimos 25 años, las formas en que las personas comparten y se comunican se multiplicaron gracias a una competencia dinámica. Las plataformas más exitosas maduran y se adaptan a las preferencias cambiantes de la gente. Nuestros productos se hicieron populares y continúan siéndolo por esta misma razón: evolucionamos, innovamos e invertimos constantemente en mejores experiencias frente a competidores de clase mundial como Apple, Google, Twitter, Snap, Amazon, TikTok y Microsoft. Innovamos y mejoramos de forma constante porque tenemos que hacerlo.

Ofrecemos muchas maneras para comunicarse, compartir y conectar ​​con personas, empresas, noticias y entretenimiento. También ayudamos a millones de empresas a conectar e interactuar con sus clientes. Más de 200 millones de negocios utilizan nuestras herramientas y servicios gratuitos para llegar a sus consumidores, contratar nuevos empleados y hacer crecer sus operaciones. La mayoría de nuestros anunciantes son pequeñas empresas, muchas de las cuales se han beneficiado tras migrar sus actividades al terreno digital para conectar con sus clientes durante la pandemia.

Hoy, la Comisión Federal de Comercio (FTC por sus siglas en inglés) y los fiscales generales de los estados objetan dos de nuestras adquisiciones: Instagram en 2012 y WhatsApp en 2014. Estas transacciones tenían como objetivo brindar mejores productos para las personas que las usan y sin duda lo hicieron. Ambas adquisiciones fueron revisadas en su momento por los reguladores de competencia pertinentes. La FTC llevó a cabo una detallada «Segunda Solicitud»  respecto a la transacción de Instagram en 2012 antes de aprobarla por unanimidad. La Comisión Europea evaluó la compra de WhatsApp en 2014 y no encontró riesgo de afectación a la competencia en ningún mercado potencial. Los reguladores permitieron que estos acuerdos avanzaran porque no amenazaban la competencia.

Ahora, muchos años después, al parecer sin tener en cuenta las leyes establecidas o las consecuencias para la innovación y la inversión, la Comisión dice que se equivocó y quiere revaluar su decisión. Además de ser revisionismo histórico, no es como se supone deben de funcionar las leyes antimonopolio. Ninguna autoridad estadounidense de defensa de la competencia ha presentado un caso como este antes y por buenas razones. La FTC y los estados se mantuvieron al margen durante años mientras Facebook invirtió miles de millones de dólares y millones de horas para transformar Instagram y WhatsApp en las aplicaciones que los usuarios disfrutan hoy. Cabe resaltar que dos comisionados votaron en contra de la acción que la FTC ha tomado.

Ahora, la Comisión ha anunciado que ninguna venta será definitiva, sin importar el daño final a los consumidores o el efecto desincentivador para la innovación. Cuando adquirimos Instagram y WhatsApp creíamos que estas empresas serían un gran beneficio para los usuarios de Facebook y que podríamos ayudar a transformarlas en algo aún mejor. Y lo hicimos. Esta demanda amenaza con sembrar dudas e incertidumbre sobre el proceso de revisión de fusiones del gobierno de Estados Unidos y si la adquisición de empresas puede realmente depender de los resultados de un proceso legal. Además, castigaría a las compañías por proteger su inversión y tecnología del aprovechamiento gratuito de quienes no pagaron por estos desarrollos, lo que reduciría la probabilidad de que esas empresas pongan sus plataformas a disposición para estimular el crecimiento de nuevos productos y servicios en el largo plazo.

Por supuesto, somos conscientes del contexto en el que la FTC lleva adelante este caso. Se están formulando preguntas importantes sobre las «grandes empresas de tecnología» y sobre si Facebook y sus competidores están tomando las decisiones correctas en temas como elecciones, contenido dañino y privacidad. Hemos implementado muchas medidas para atender estos problemas y aún queda mucho por hacer. Promovimos una nueva regulación para responder a algunas de esas preguntas a nivel de la industria. Pero ninguno de estos problemas son preocupaciones de competencia y el caso de la FTC no contribuye a atenderlos. Esos difíciles desafíos se resuelven actualizando las reglas de Internet.

La queja

Enfrentamos competencia en todos los aspectos de nuestro negocio. Eso era cierto antes de las adquisiciones de Instagram y WhatsApp y sigue siendo cierto hoy. Con tantos competidores, nuestros clientes pueden, en cualquier momento, optar por cambiarse a otro producto o servicio y a veces lo hacen. Las demandas ignoran esta realidad.

La innovación tecnológica constante y cercana ha creado un entorno aún más competitivo desde que adquirimos Instagram en 2012 y ha definido formas de compartir y comunicar que ninguno de nosotros hubiera imaginado hace una década. Aún así, las demandas adoptan una visión limitada y distorsionada sobre la competencia, argumentando que, a menos que un servicio sea exactamente igual a Facebook, no puede competir con Facebook. La verdad, sin embargo, es que las personas tienen más opciones que nunca y competimos constantemente por su tiempo y atención con otras aplicaciones a través de las cuales pueden compartir, conectarse, comunicarse o simplemente entretenerse. Las personas de todo el mundo eligen usar nuestros productos no porque deban hacerlo, sino porque hacemos su vida mejor.

Así como la gente elige usar Facebook, también lo hacen millones de empresas grandes y pequeñas que optan por usar nuestras herramientas gratuitas y productos publicitarios. Competimos por pauta publicitaria con otras plataformas digitales, desde Google hasta TikTok y con otros medios como televisión, radio e impresos. Las empresas nos eligen porque nuestras aplicaciones y servicios entregan un valor real. Desafortunadamente, estas demandas malinterpretan el panorama publicitario y, en su lugar, ofrecen una visión distorsionada de cómo los anunciantes invierten para llegar a su público objetivo.

Instagram y WhatsApp

La FTC tuvo razón al autorizar la adquisición de Instagram por parte de Facebook hace ocho años. El Instagram que vemos hoy es el Instagram que Facebook construyó, no la aplicación que adquirió. Cuando Facebook compró Instagram, tenía alrededor de 2% de los usuarios que tiene hoy, apenas 13 empleados, no generaba ingresos y prácticamente no contaba con  infraestructura propia. Era una de las muchas aplicaciones móviles para compartir fotos y solo una de las muchas aplicaciones que compiten por el tiempo y la atención de las personas. En ese momento, al igual que ahora, las nuevas empresas podían entrar y entraban fácilmente al mercado y ganar terreno entre los usuarios. La transacción no hizo que algún mercado fuera menos competitivo, como comprendió el grupo bipartidista de comisionados de la FTC al votar 5-0 para validar la adquisición.

De hecho, hacer que Instagram fuera parte de Facebook ha brindado enormes beneficios a consumidores y empresas. Instagram se volvió más confiable y evitó los retos de crecimiento que han hecho descarrilar a otras startups de rápido crecimiento. La aplicación creció hasta tener más de 1.000 millones de usuarios en todo el mundo, con más funciones y mejores experiencias. Mientras tanto, Facebook ha permitido que Instagram ayude a millones de empresas a atraer a sus clientes y crecer. Actualmente, los anunciantes y los consumidores se benefician de una mayor variedad de opciones debido a las sofisticadas funciones de creación e implementación de anuncios de Facebook, así como de nuevos productos publicitarios. Es difícil imaginar una fusión más exitosa que promueva la competencia.

El caso de WhatsApp no ​​es distinto. Antes de 2014, el modelo de mensajería en muchas partes del mundo era costoso para los consumidores. La gente dependía por completo de los operadores de telecomunicaciones quienes recaudaban miles de millones de dólares con márgenes masivos por mensajes de texto (SMS). WhatsApp tenía muy poca presencia en Estados Unidos, en donde otros han dominado el mercado durante mucho tiempo y en donde el envío de mensajes de texto era generalmente menos costoso. Pensamos que WhatsApp, que en ese entonces cobraba una tarifa de suscripción, podía mejorarse y tener mayor disponibilidad sin un costo por el servicio.

Por eso hicimos que WhatsApp fuera gratuito en todo el mundo, agregando nuevas funciones valiosas como llamadas de voz y video y haciéndolo más seguro al incorporar la encriptación de punta a punta. Hacer de WhatsApp parte de Facebook trajo beneficios a los consumidores, tal como lo anticipamos y esperábamos. Ofrecimos a los consumidores de todo el mundo una alternativa gratuita a los SMS y a las tarifas que los operadores móviles cobraban.

Una plataforma para la innovación

Hace mucho tiempo creamos una plataforma sobre la que millones de desarrolladores han creado nuevas aplicaciones. En lugar de usarla para mejorar la experiencia de los usuarios, agregando por ejemplo juegos, formas de compartir música u opciones de citas, algunas aplicaciones duplicaron injustamente servicios que Facebook ya ofrecía, como compartir fotos o intercambiar mensajes con las conexiones en Facebook. Comunicamos a estas aplicaciones que no podían usar nuestra plataforma para, esencialmente, replicar a Facebook.

Esa restricción es estándar en la industria. Cuando las plataformas dan acceso a otros desarrolladores (muchas no son abiertas en absoluto) generalmente prohíben la duplicación de funciones básicas. LinkedIn, The New York Times, Pinterest y Uber, por nombrar solo algunos, tienen políticas similares. Las empresas pueden elegir a sus socios comerciales y esto les da la tranquilidad de poder abrir el acceso a otros desarrolladores sin riesgo de ser explotadas injustamente. Y lo que es aún más importante, esas políticas no tuvieron impacto alguno en la competencia. A YouTube, Twitter y WeChat, por ejemplo, les fue bien sin nuestra plataforma. Significativamente, Facebook no hizo nada para evitar que ninguna aplicación ofreciera sus servicios en sus propios sitios o en cualquier otro lugar de Internet.

¿Qué pasa ahora?

Facebook, tal como lo conocemos hoy, no hubiera existido sin las leyes estadounidenses que fomentan la competencia y la innovación. Tuvimos éxito porque hicimos apuestas arriesgadas, invertimos, innovamos y brindamos valor a las personas, a los anunciantes y a los accionistas.

Hemos operado y continuamos operando en un espacio altamente competitivo. Nuestras adquisiciones han sido buenas para la competencia, buenas para los anunciantes y buenas para las personas. Esperamos la oportunidad de comparecer ante la corte, donde estamos confiados que las evidencias mostrarán que Facebook, Instagram y WhatsApp deben estar juntas, compitiendo por sus propios méritos con excelentes productos.

Conoce más sobre cómo construimos para competir.



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